Una de las inscripciones empotradas en la Ermita del
Socorro de Monte Cillas, entre Coscojuela de Fantova y Hoz de Barbastro, en el
Alto Aragón: CIL, II, 5845]
Coscojuela de Fantova es
un recoleto y hermoso pueblo encaramado en los riscos del Somontano
prepirenaico de Barbastro,
en la siempre hermosa provincia de Huesca
que, a tenor de la historiografía más reciente, debió ser el solar de la
antigua Barbotum, una ciudad
romana enclavada en un eje de comunicaciones que debió ser clave en el mundo
romano al hallarse al pie de la vía que desde Barbastro se dirigía hacia Labitolosa,
en La Puebla de Castro, y de otro itinerario que, precisamente desde dicho
lugar, y hacia Aínsa, alcanzaba Boltaña.
La ciudad romana
de Barbotum ocupó el cerro del
Monte Cillas, una colina a 570 metros de altitud controlando el piedemonte y, por
tanto, en una posición muy parecida a la que, no demasiado lejos, exhibe la
ciudad romana de Labitolosa.
Para llegar al Monte Cillas el viajero, desde la carretera A-138 que comunica
Barbastro con El Grado, debe desviarse a la izquierda para, en dirección a El Grado, tomar la A-2209, primero, durante apenas 1,5
kilómetros de acusada subida, y, después, ante la indicación "Coscojuela
de Fantova" y "Hoz de Barbastro", girar a la izquierda siguiendo
hasta Coscojuela por una sinuosa pero aceptable carretera que, en algunos
tramos, circula paralela al Canal del Cinca. Tras llegar a Coscojuela, el
viajero ha de continuar aun hasta el kilómetro 14,5 de dicha carretera momento
en que, a la izquierda, encaramada sobre el Monte Cillas y tras una curva,
divisará la Ermita del Socorro, en cuya pared izquierda se hallan las inscripciones
que, dado su interés, justifican por sí sola esta visita. Ahora bien, una
advertencia: la excursión al Monte Cillas es sólo apta para quien -como,
entiendo, son la mayoría de los lectores de este blog- sabe emocionarse y vibrar más con lo que hay que imaginar
que con lo que hay que ver en un enclave arqueológico, con el esplendor de una
antigua ciudad que hoy se encuentra, todavía, oculta entre los campos de labor
y bajo los almendros y vides que confieren a la zona un aspecto tan
"romano". Absténgase, pues, de ella quien no sepa emocionarse ante
varias inscripciones romanas.
Con apenas el conocimiento del nombre de la
ciudad, poco puede decirse sobre la historia de Barbotum. Sin
embargo, los datos arqueológicos que nos aporta el material recuperado en las
excavaciones históricas en el lugar dirigidas por R. del Arco sí nos permiten
suponer que más allá de un florecimiento de la ciudad en el siglo II d. C. la ciudad sobrevivió a las alteraciones del siglo
III d. C. que despoblaron tantas y tantas ciudades de la zona, pues la colección de laudas
sepulcrales proporcionada por el yacimiento nos habla de la presencia en el
lugar de una elite cristianizada de la que conocemos los nombres de algunos de
sus integrantes: el presbítero Macedonius
y otros individuos de rango no precisado como Rufus, Viuentius
o Maria que corren con los
gastos de los sepulcra
cubiertos por laudas musivas.
Sólo el avance de la investigación (de momento sólo
iniciada arqueológicamente en Labitolosa)
podrá confirmar o desmentir esta posibilidad... que, desde luego, parece más
lógica...
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